6.6.09

Aros de plata

El mundo se enciende y se apaga en segundos. Largos, cortos. Techos, mesas, mis propias manos. Parpadeo de un desvelo intenso. Y en esta serenidad para afuera, maremoto hacia adentro, me pongo a intentar futilmente extraer sonidos que me hagan sonreir.
Desde abajo, me levanta un sonido grave, parejo. Casi con cierta apatía, empujándose solo sobre todo, haciendo de piso. De sosten del desequilibrio. Mil velas en la oscuridad. Y solo ese sonido parejo, calmo, como un llamado desde otros lados.
Sobre cierto camino, gris, transita suave y alegremente un chico, que alguna vez no fue, ni será. Alguien no escrito ni a escribir. Alguien que puramente es, escapando a las letras, a los libros, a las quejas. Transitando sobre el sonido gris como si fuese, y es, su primera vez.
Y en esta obra de ruido, producto de una mente poco instruida, existe algo más. Ese sonido que lo llena todo. Que une los pies del niño y las sombras. Que ayuda a crear un cuadro, a sacar una foto. Ese sonido soy yo, aca. Aquel que esta entre mi acción y mi redacción. Perdurando, pero no viviendo.

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