20.11.08

10/07/2002

Disoluto... una persona disoluta. La cercanía al vicio, el comienzo de un ocaso; el accionar repetitivo y excesivo... el abuso; de sustancias, de personas, ético, el que no se ve... abuso del todo.
La luna estaba allá en el cielo, iluminándolo todo briosa; y tenía que suceder, en un abrir y cerrar de ojos, pasó. El cielo se cubrió por la mueca, el manto el oscuro de locura. Y yo, que naufragaba por ahí, me frené por un momento. Y no tuve mejor idea que tomarme el trago más fuerte... una vuelta por la realidad, una vuelta por sobre el pueblo... no tuve mejor idea que dar la vuelta. Mas la mueca miraba desde lo robado. Mientras, en el camino no encontré espejos ni escarcha, como ya era de fiarse... mas la luna ya no esta, sonrisas que he de perder. Solo ahí estaba en el cielo la mueca, solo ahí estaba en la vuelta, Julio muerto, otra vez. Esta vez desollado, sobre un tendal de sangre y Soledad. Mas me niego. Negación ante lo que más temo y quisiese desconocer.
Elevé los blancos hacia el déspota... soberbia. Y el cielo me tronó en respuesta, golpeando con todo los despojos de un escrito, arrasando con los bobos... pero no, no lo logró; soberbia por sobre la locura, soberbia que avasalla el temor, por suerte. Rozando la locura, en un grito de mil desazones, la negación corre innata desde mi garganta y baña los ojos de hoy, que posados sobre el cristal, sufren de ser testigos de lo disoluto... ironías del tifón.
Tal como he visto lo bueno, la acción buena y no boluble... he visto sobre mis pupilas, la cara oculta en el cielo, he visto lo que nadie ha de querer ver... y, sin embargo, puede que sea solo yo; Pero si hoy hacemos algo bueno por un demás, mañana haremos algo bueno por el demás que nos caiga bien... un quizás en disfonía... pero la negación ante ese posible es más resuelta y enérgica que la propia muerte de don Julio... sangre y Soledad.
Clamo entonces por aquel día, en que la soberbia me abandone por un nuevo ideal, y quiebre yo entonces los espejos y el cristal. Ese día, la luna no saldrá hundiendo las mareas y quemando las heridas, así las cenizas saldrán desde mi boca en busca de un Mesías como prueba que ese día, este mundo ha de morir... junto a la soberbia conocida que oculta mi temor... ese día, que me carcome en cenizas y me mata, y yo lo vivo, será cuando finalmente me convierta en porquería y nunca más; porque no habrá luna ni soberbia, solo locura y perfección.






Estaba en la pubertad.

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